


A pesar de llevar tres años en Chile, aún su lenguaje es precario, pero al menos puede comunicarse con diálogos básicos y esenciales.
Comenzó a trabajar de mesero en Santiago, en un local de comida china administrada por un chileno. Gracias a la ayuda de este empleo, Ting Nin pudo comprar una pequeña casa que se ubica atrás del local, con quien vive junto a su mujer e hija.

Fue así como Ting Nin comenzó a ganar más confianza con su jefe chileno gracias a su desmepeño laboral, logrando hacer diversos acuerdos económicos con éste. Ya a mediados de Febrero de este año, Ting Nin pudo comprar el mismo negocio en donde trabajaba, llamándolo "Fu Lin", en donde siguió con la venta de comida de china, como el wantán, carne mongoliana y arroz de diversos tipos.

El lugar es más concurrido a la hora de almuerzo, y generalmente se ven más clientes orientales que chilenos. Además, uno de sus grandes demandantes son los alumnos de la Facultad de Artes de la Universidad Mayor, que está situada sólo a media cuadra del restorant.
"Siempre vienen a comprar comida para llevar. Sobretodo los arrollados de primavera con salsa de soya, que es lo que más se vende", afirma Ting Nin.

A Ting Nin le ha ido bastante bien. No tiene ninguna queja en contra de Chile ni de sus habitantes, y al parecer tampoco tiene las mínima intención de volver a probar oportunidades en su país natal. Y si lo hace, sólo será para ver a sus padres y familiares, pero no para vivir. "Estamos bien aquí con
mi familia. Yo no quiero volver a China. Al menos no ahora, quizás el día de mañana tenga que hacerlo, pero mientras aquí tenga lo que necesito y me siga iendo bien, no tendré ganas de volver".
Por, Paulina Padilla.
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